CENTRO ANTIAUTORITARIO LIBRE DE DROGAS OKUPADO (2 AÑOS DE OKUPACIÓN)

JORNADAS ANARCOFEMINISTAS


HISTORIA DEL ANARCOFEMINISMO

ANARQUISMO Y GÉNERO

A menudo damos por sentadas o por superadas facetas de nuestras vidas en las que aún queda mucho campo para la lucha y muchas cosas por cambiar. Es engañosa la visión de que ya todo está dicho en el ámbito de las relaciones entre las personas de uno y otro sexo (¿acaso sólo hay dos? ¿hasta qué punto es esto cierto?), los roles sociales adquiridos y la sexualidad humana en todas sus facetas. Todavía somos esclaves de una educación (en el más amplio sentido de la palabra) y un orden social jerárquico que perpetúan la desigualdad entre las personas. Es por ello que debemos esforzarnos en detectar y destruir cualquier concepción o comportamiento fruto del sistema de valores impuesto. Precisamente este artículo pretende contribuir a la reflexión sobre el papel que la ideología anarquista debe jugar en todo este asunto.
Para ello, creemos necesario revisar primeramente cómo el anarquismo ha abordado desde sus orígenes el problema de la jerarquía social en función del sexo o la sexualidad. A continuación repasaremos brevemente las aportaciones que la teoría feminista ha realizado al análisis de dicha jerarquía, para terminar reflexionando sobre cómo actualmente podemos incorporar dichas aportaciones sin que la ideología anarquista se vea diluida en medio de otras ideologías o luchas parciales.
No podemos dejar de mencionar que la idea de escribir este texto y gran parte de lo que en él se expone tiene su origen en una parte de la charla titulada “Mujeres en el anarcosindicalismo” que varias compañeras que militamos en CNT dimos en 2009 en Valladolid y en Madrid.

I. La mujer en el anarquismo
1.1. La visión de la mujer en la teoría anarquista
La ideología anarquista, desde sus orígenes, siempre se ha posicionado contra cualquier clase de jerarquía y de poder de unos seres humanos sobre otros, entendiendo que siempre implican explotación y anulación de la voluntad de la persona. Se trata de una ideología de carácter humanista, que propugna la fraternidad, el apoyo mutuo y la solidaridad entre las personas como único modo de alcanzar una sociedad justa y libre.
Estos principios siempre han estado claros en el plano de las desigualdades económicas y las diferencias de clase, algo obvio teniendo en cuenta que la ideología anarquista se va consolidando al calor de las luchas obreras del siglo XIX.
Sin embargo, hay un tipo de opresión que a menudo ha escapado al análisis de muchos de quienes se enmarcaban en el movimiento o que incluso ha sido deliberadamente ninguneado o invisibilizado: la opresión de las mujeres que trae consigo el sistema patriarcal.
A pesar de que el anarquismo siempre ha propugnado la igualdad de todos los seres humanos, esta teórica igualdad no siempre se ha aplicado a la mitad de la población de sexo femenino. En este sentido, ya desde el momento en que les primeres teóricxs del anarquismo esbozaban sus pensamientos, hubo dos claras posturas respecto a la mujer: por una parte, la visión que podríamos tildar de misógina o que minimizaba el impacto de la dominación masculina sobre las mujeres; por otra, aquella que considera que mujeres y hombres son iguales en capacidades, derechos y deberes, y que pone sobre la mesa la necesidad de romper con la dinámica de sumisión de la mujer respecto al hombre.
En lo relativo a la primera de las posturas, defiende que el papel de la mujer es procrear, cuidar de la prole y de su esposo y que su sitio es la casa. El primero de los que, dentro del incipiente anarquismo, desarrollaron este punto de vista fue Joseph Pierre Proudhon. Este autor, que en sus escritos se muestra claramente misógino, prevé únicamente dos funciones para la mujer, a saber, ejercer de "gestatriz" y "nodriza", y afirma abiertamente que el sexo femenino es inferior al masculino moral, intelectual y físicamente. Aunque la mayoría de opiniones en esta línea tienden a estar algo suavizadas respecto a lo que Proudhon expresa, siguen reiterando que las mujeres no tienen capacidad revolucionaria, y que su deber -además de criar a la prole y llevar a cabo las tareas domésticas- consiste en apoyar y alentar a sus compañeros masculinos, ser algo así como un refugio del guerrero.
Este tipo de opiniones, contrariamente a lo que se podría pensar, no fueron disminuyendo con el tiempo, sino que en gran medida se mantuvieron. De hecho, en plena década de 1930 todavía pueden leerse en revistas de carácter ácrata como Estudios debates acerca de si la mujer es menos inteligente que el hombre o no1, y algunos autores todavía ponen en duda su capacidad para la lucha por la emancipación, para la revolución y para cualquier cosa que no sean los fogones y el cuidado de sus criaturas. Algunos de quienes se posicionan en este sentido son Costa Iscar, D. Berbegal, Montuenga o R. Remartínez.
No obstante, también desde los inicios de la teoría anarquista ha estado presente la visión contraria, que considera que mujeres y hombres son iguales en derechos y en deberes, en dignidad y en capacidades, y que se posiciona abiertamente contra la desigualdad entre los sexos. De hecho, a pesar de las resistencias palpables, podemos decir que esta postura es la que más triunfó dentro del anarquismo, al menos en el plano teórico, lo cual no es de extrañar, puesto que es la más razonable y coherente, la más propiamente anarquista.
Une de les primeres autorxs que atacaron ferozmente la misoginia existente en algunos sectores del anarquismo fue J. Déjacques, quien en sus cartas a Proudhon deja en evidencia la grave incoherencia que supone decirse anarquista y luchar por la emancipación de la humanidad, y al mismo tiempo defender la sumisión y esclavitud de la mitad de esa humanidad.
Esta visión, que podríamos llamar “igualitarista”, alcanzó gran difusión principalmente a través de Mijail Bakunin, siendo Fanelli quien propicia su extensión, a la par que las ideas anarquistas, en la Península Ibérica. Fueron, sin embargo, muches les anarquistas que desde muy pronto fueron conscientes de la asimetría de las relaciones entre hombres y mujeres y de la jerarquía existente entre los dos sexos, planteando la urgente necesidad de acabar con esta situación. Algunes de les que con más ahínco lo hicieron son Sébastien Faure, Teresa Claramunt, Emma Goldman, Soledad Gustavo, Anselmo Lorenzo, Galo Díez, Errico Malatesta, María Luisa Cobos, Trinidad Urien, Morales Guzmán, Antonia Maymón, Kropotkin, Émile Armand, Louise Michel etc.

1.2. El abismo entre teoría y práctica: el caso del estado español
A pesar de que, como hemos visto, en la teoría la postura más extendida era aquella que propugnaba que mujeres y hombres eran iguales y que había que luchar contra la dominación de un sexo sobre otro para poder alcanzar una total liberación del ser humano, en el día a día era habitual que estas ideas cayesen en el olvido. Esto sucedía de manera particular en el estado español. La causa de esta incoherencia entre teoría y práctica radica en la fuerte implantación del modelo patriarcal en la sociedad, favorecido en ese momento por la actuación de la Iglesia y por el marco legal, los cuales presentaban a la mujer como un ser absolutamente dependiente del hombre, infantilizado –esto es, en un estado permanente de minoría de edad- y al que se le asignaba una misión: procrear y mantener el hogar. Estas ideas se hallaban a comienzos del siglo XX fuertemente enraizadas en la mentalidad de los hombres y de muchas mujeres –que lo asumían como su papel-, y eran algo inculcado en ambos desde la más tierna infancia y que impregnaba todos los aspectos de las relaciones entre los sexos.
Creemos que es esto lo que “explica” la actitud que en esos momentos mostraban muchos compañeros hacia las mujeres, hacia su participación en la lucha social e incluso a la misma idea de “emancipación de la mujer”.
Este contexto hizo que todes aquelles que eran conscientes del problema se planteasen seriamente la necesidad de hacerle frente, comenzando por indagar las raíces del mismo.

1.3. El debate sobre la especificidad o no de la problemática de la mujer
Es así como pronto surge un debate entre aquelles que eran conscientes de la desigualdad existente entre las personas de uno y otro sexo, acerca de si existía o no una problemática específicamente femenina, y de qué modo luchar por cambiar la situación.
Nuevamente nos encontramos ante dos posiciones. La primera de ellas defiende que el llamado “problema de la mujer” se enmarca dentro del problema global de la opresión del ser humano, y propone que no se ha de luchar por la emancipación de las mujeres, sino por la de toda la humanidad, negando así que exista una explotación específica de las mujeres. Se trata de una visión que autorxs como Mary Nash denominan como antifeminista. Una de las principales representantes de esta corriente era Federica Montseny, para quien la solución estaba únicamente en el ámbito individual (propugnaba una superación individual para poder alcanzar una condición de hombre y mujer nueves).
Frente a esta visión, se halla la de aquelles que sí creen que existen formas de subordinación específicamente sexuales a las que hay que prestar especial atención, profundizando en las causas de esta opresión y proponiendo luchar contra ella. Una de las primeras en conceder importancia a este tema fue Teresa Claramunt, quien llegó a la conclusión de que la emancipación de las mujeres sólo podía venir de ellas mismas, pues no se puede esperar que quien ostenta privilegios respecto a otre renuncie a ellos. Al mismo tiempo, se hacía hincapié en el hecho de que muchos hombres que se decían anarquistas y que en el ámbito laboral o de la lucha social eran los más fervientes combatientes contra la opresión, al llegar a su casa ejercían como los más autoritarios amos y señores para con su esposa y demás mujeres de la familia, olvidando toda su furia antijerárquica. Estos compañeros asumían que las mujeres estaban ahí para cuidar de ellos y de la casa, negándoles el derecho a tener vida propia y a participar activamente de la lucha contra la explotación.
No obstante, quienes realizaban estas críticas eran contraries a iniciar una guerra de sexos, pues pensaban que mujeres y hombres debían ir juntes en la lucha. Estas puntualizaciones, pues, no habrían de servir para crear una brecha entre los sexos, sino, al contrario, para cerrar el abismo existente entre ambos, lo cual sólo sería posible siendo conscientes del problema, encarándolo y tratando de ponerle solución: la lucha real contra toda clase de jerarquía, sin excluir la que tiene origen en el sexo o sexualidad de la persona.

1.4. Primeros intentos de abordar la problemática específica de las mujeres desde el anarquismo (MMLL)
El primer intento serio y organizado de dar una respuesta desde el anarquismo a la opresión específica de las mujeres tuvo lugar con la creación, en abril de 1936, de la revista Mujeres Libres, y la posterior constitución de la organización homónima2. Todo esto no surge de la noche a la mañana, sino que desde un tiempo antes ya había una serie de compañeras, todas ellas militantes de la CNT, que se daban cuenta de que había un vacío que la actividad en los sindicatos no podía llenar, al tiempo que notaban cómo las relaciones con muchos compañeros no eran de igual a igual, y que en general a las mujeres les costaba acercarse a los sindicatos o atreverse a tomar parte activa en ellos.
Mujeres Libres surge del contacto de varios grupos de mujeres anarquistas que llevaban cierto tiempo organizándose en Madrid y Barcelona para llevar a cabo esta necesaria tarea, siendo las iniciadoras del proyecto Lucía Sánchez Saornil, Mercedes Comaposada y Amparo Poch y Gascón, a las que pronto se unirían cada vez más compañeras, llegando a constituir una Federación que llegó a superar las 20.000 afiliadas.
Su principal tarea consistía en educar a las mujeres para la capacitación, a través de la cual habrían de librarse de su triple esclavitud: esclavitud de ignorancia, esclavitud de mujer y esclavitud de productora. De este modo –capacitando a las mujeres- éstas podrían tomar parte activa de la lucha por cambiar de raíz el modelo social. Uno de los objetivos era, pues, atraer a las mujeres al Movimiento Libertario y a las ideas anarquistas.
Desde el punto de vista ideológico, Mujeres Libres siempre se consideraron ante todo y sobre todo anarquistas, rechazando de plano la denominación de feministas, dado que entendían el feminismo como oposición a los hombres y como un fenómeno burgués. Por esto no dejamos de sorprendernos cada vez que oímos o leemos la afirmación actual de que se trataba de una organización “anarcofeminista” o “feminista”; creemos que, aunque bien es cierto que en los momentos en que se desarrolló esta organización el movimiento feminista aún no había pasado por la profunda renovación que experimentaría en la década de 1960, no podemos considerar como tal a Mujeres Libres, aunque sólo sea por respeto a quienes integraban la Federación.
Mujeres Libres se ocuparon de temas tan relevantes como la cuestión sexual, la maternidad o la importancia de que la mujer fuese parte activa de la producción y de la lucha social. Los análisis que llevaron a cabo en torno a estas cuestiones y a la situación de opresión del sexo femenino se acercan mucho a ideas que con posterioridad desarrollará y difundirá la teoría de género, que explicaremos más abajo. Esto puede comprobarse, como ejemplo, en los artículos publicados por Lucía Sánchez Saornil en Solidaridad Obrera en el otoño de 19353.
A pesar del concienzudo trabajo que estas compañeras llevaron a cabo, durante los años de guerra y Revolución no fueron reconocidas al cien por cien como una organización más del Movimiento Libertario, en igualdad de condiciones con la CNT, la FAI y la FIJL, aunque es cierto que no sólo recibieron críticas, sino también el apoyo de una parte muy importante de integrantes de estas organizaciones.
No quisiéramos cerrar este apartado sin mencionar algo que, cuanto menos, llama la atención: la poca atención que, salvo excepciones, ha prestado el movimiento feminista a los logros y planteamientos de Mujeres Libres, algo que resulta asombroso si tenemos en cuenta la cantidad de cuestiones –análisis social, estrategias de actuación, organización de escuelas para la capacitación de las mujeres, análisis de fenómenos como la prostitución, etc.- en las que esta organización fue pionera y de las que, sin duda alguna, el feminismo bien habría hecho en tomar nota.

II. La teoría feminista y sus aportaciones
2.1. Feminismo: apuntes sobre su significado, desarrollo y vertientes
El feminismo es un conjunto de teorías sociales y práctica política cuya base crítica se centra en la desigualdad social por razón de sexo que sufren las mujeres en una sociedad dominada por hombres. Los primeros textos que pueden considerarse propiamente feministas –al igual que sucede con otras teorías- aparecen a finales del siglo XVIII, de la mano de figuras como Mary Wollstonecraft y Olympe de Gouges, quienes por primera vez presentan una visión crítica y desarrollada de la inferioridad que sufre la mujer respecto al hombre en todos los órdenes de la vida social.
Desde ese momento el feminismo comienza su desarrollo teórico e ideológico, que a finales del siglo XIX manifiesta abiertamente dos claras tendencias: de una parte, el feminismo burgués, que reclama la participación de las mujeres en el poder político como solución a su situación de inferioridad, algo que autorxs anarquistas como Emma Goldman criticaron duramente4. Por otro lado, en estos años se va forjando lo que se ha llamado feminismo obrerista, que no es otra cosa que la lucha por la emancipación de la mujer desde dentro del movimiento obrero.
A mediados del siglo XX –en especial en la década de 1960- tiene lugar un nuevo impulso en la evolución de las ideas feministas, lo que se conoce como “segunda ola”, gracias a la aparición de reveladoras obras como Le deuxième sexe de Simone de Beauvoir, y a la interacción con disciplinas como la Antropología Social y Cultural o la Sociología.
A raíz de esta “segunda ola” feminista y de su desarrollo en los ’70 y ‘80 surgen gran cantidad de variantes dentro del feminismo: feminismo de la igualdad, de la diferencia, radical, cultural, lesbiano, marxista, ecofeminismo, etc. Por otra parte, también aparece el feminismo institucional, fruto de la incorporación de parte de la terminología y conceptos del feminismo al ámbito estatal y empresarial, que, como de costumbre, lo adaptan para dar una apariencia de actuar por el “bien común”, aunque en el fondo no pretenden combatir de raíz ninguna clase de desigualdad.

2.2. Las principales aportaciones de la teoría feminista
El feminismo, a lo largo de su desarrollo teórico y práctico, ha tenido errores y aciertos, pero sin lugar a dudas nos ha proporcionado una serie de inestimables contribuciones al análisis de las estructuras sociales de dominación-subordinación, que nos ayudan, desde el punto de vista ácrata, a analizar mejor de dónde vienen una parte de los males de esta sociedad y cómo podemos elaborar estrategias para combatirlos.
Desde nuestro punto de vista, podemos destacar dos fundamentales aportaciones del feminismo al análisis de la sociedad de dominación y sus mecanismos:

a. Identificación de la institución Patriarcado como fuente de opresión: Aunque el concepto surgió en el ámbito de las Ciencias Sociales, fue el feminismo quien dio mayor difusión a la existencia de una estructura, a menudo invisible, que soporta un sistema jerárquico de relaciones sociales en el que el poder lo detenta el varón –de forma individual y colectiva- a través de la subordinación de la mujer –también de forma individual y colectiva- y del control de su capacidad reproductiva y de su cuerpo, lo cual puede tener lugar con medios pacíficos o a través del uso de la violencia.
El patriarcado se apoya en instituciones públicas –como es el Estado- y privadas –como es la familia-, a través de distintos mecanismos, como la transmisión de generación en generación de una serie de usos, costumbres, tradiciones, hábitos sociales y/o familiares, ideas y prejuicios basados en los roles o estereotipos de género –a los que, a través de la ideología, hace aparecer como naturales y universales-.
Aunque esta estructura invisible está extendida por todo el mundo, sus manifestaciones no son siempre las mismas, sino que se presenta de diferentes formas en distintos lugares o épocas. Es por ello que las mujeres están expuestas a distintos grados y tipos de opresión patriarcal, algunas comunes a todas y otras no. Por otra parte, muches autorxs sitúan al patriarcado como la primera estructura de dominación-subordinación de la Historia, pues puede rastrearse desde épocas anteriores al surgimiento de los Estados y a la aparición del sistema capitalista, y está presente en sociedades sin Estado y con economías ajenas al capitalismo. Algunos de los factores que pudieron propiciar su aparición y progresiva implantación fueron las pautas monogámicas de relación entre los sexos, la división sexual del trabajo, el descubrimiento de la paternidad y la sedentarización de las poblaciones humanas.
En cualquier caso, no nos importa cómo o cuándo apareció, sino su presencia actual. Uno de los mayores problemas a los que nos enfrentamos es que se trata del sistema de dominación que menos se percibe como tal, al ser a menudo muy sutiles sus formas, y también por su fuerte implantación en las costumbres sociales y culturales, que hace que muchas veces tengamos tan asumidas sus manifestaciones que no nos demos cuenta de lo que implican –de ahí la denominación de estructura invisible-.
Por ello es tan importante hacerlo visible, desenmascararlo allí donde se muestre, pues sólo siendo conscientes de su existencia seremos capaces de destruirlo. La lucha contra toda autoridad queda coja si pasamos por alto las formas de dominación patriarcales.

b. La Teoría de Género: Nuevamente nos encontramos ante conceptos surgidos y perfilados en el ámbito de la Antropología Social y Cultural y la Sociología –primeras disciplinas que emplearon el género como categoría de análisis-, pero cuya difusión a gran escala vino de la mano de la ideología y el movimiento feministas5. Podemos definir el género como una construcción social a través de la cual se asignan diferentes roles e identidades sociales a hombres y mujeres, o como la construcción social de la diferencia sexual. No debemos confundir sexo y género, pues mientras que el sexo es, a priori, biológico6, el género o rol sexual se aprende y está definido socialmente. No nacemos sabiendo lo que se espera de nuestro sexo, sino que lo hemos aprendido en nuestro entorno, nuestra familia y nuestra comunidad.
Así, nos encontramos ante los roles de género, que son el conjunto de normas de comportamiento percibidas –e impuestas- socialmente como masculinas o femeninas en un grupo o entorno social-cultural determinado. Se trata de un conjunto de pautas muy amplio y que abarca todos los aspectos de nuestra vida: apariencia, carácter, cómo relacionarnos con les demás, sexualidad, aspiraciones, y un larguísimo etc. En Occidente, el sistema sexo-género es binario; esto es, que se identifica el sexo mujer con los roles o valores “femeninos” y el sexo hombre con los “masculinos”. Sin embargo, esto no es así en todas las sociedades, pues en muchas existe un tercer género –que, al mismo tiempo, presenta muchas variedades entre unas culturas y otras-.
En estrecha relación con los roles de género está la identidad de género. Se trata del género con el que una persona se identifica o es identificada socialmente en virtud de los estereotipos de género presentes en su entorno (esto es, el conjunto de creencias sobre qué características son “apropiadas” para mujeres y hombres). Es importante conocer estos conceptos para evitar reproducirlos en les más pequeñes, pues está demostrado que la conciencia de pertenencia a una de las categorías de género (masculina o femenina) se desarrolla muy precozmente. Hacia los dos años de edad, les niñes ya tienen conocimiento de ellas y son capaces de distinguirlas. Y será hacia los siete años cuando la identidad de género de cada individue se consolide. Vemos, pues, que desde muy temprano vamos interiorizando todo este conjunto de normas y pautas de comportamiento.
La incidencia cultural en la determinación del género se muestra en muchos aspectos desde nuestra más tierna infancia. Nada más nacer, a les bebés se les suele poner ropa de determinado color según su sexo7, y a partir de entonces comienza la inculcación de una serie de valores, actitudes y comportamientos que tratarán de ponernos “a cada une en su sitio”: juegos y juguetes “de niños y de niñas”, normas de comportamiento que cohíben el libre desarrollo de la personalidad de cada une, represión y ostracismo para les que se salen de lo esperado… Se intenta mostrar ciertas cualidades como “naturales” cuando son totalmente impuestas: por ejemplo, en nuestra sociedad a las niñas desde muy temprano se les enseña con mayor empeño a ser agradables, obedientes y sumisas; luego, con el paso de los años, van calando esos mensajes y cuando llega la edad adulta nos encontramos con muchas mujeres que han asumido como modo de vida la resignación, la necesidad de agradar a les demás –desoyendo muchas veces los propios deseos- y el ser eternas “sufridoras”. Mientras esto sucede, a los niños se les enseña que deben ser “fuertes”, agresivos y que no deben nunca mostrar sus sentimientos bajo pena de mostrarse “débiles”. ¿Cuánta incomunicación, cuántas actitudes forzadas y cuánta infelicidad no habrá generado esta educación? Es evidente que las atribuciones de género son opresivas y rígidas tanto para hombres como para mujeres, aunque tradicionalmente hayan sido las mujeres quienes han salido más perjudicadas. Nos fuerzan a ser de una manera marcada desde afuera, mutilando nuestro carácter y nuestro desarrollo personal, marcándonos a todes según un patrón con el fin de que todo siga “en orden”.
El bombardeo es continuo, intenso y viene por todas partes: se da en la escuela, a través de la publicidad y los medios de (in)comunicación de masas, en la familia… Un claro ejemplo son los anuncios de juguetes, a través de cuyo análisis se constata una clara tendencia al incremento del sexismo y no a su disminución, como algune podría pensar8.
Los comportamientos educativos sexistas por parte de les adultes son aún muy mayoritarios, a pesar de que socialmente se crea que están superados. Por eso es tan importante detectarlos y erradicarlos, pues de no hacerlo no sólo los padeceremos nosotres, sino que sin quererlo se los estaremos transmitiendo a les más pequeñes, perpetuando así la alienación, la dominación y la sumisión.

2.3. Problemas que presenta el feminismo
Como hemos visto, la teoría y el movimiento feministas han hecho importantes aportaciones a la percepción de las relaciones de dominación-sumisión. Sin embargo, vemos imprescindible exponer, aunque sea someramente, una visión crítica del feminismo que nos permita no caer en los mismos errores en los que, a nuestro juicio, esta corriente cae a menudo, tanto desde el punto de vista teórico como en la práctica diaria.
Desde nuestro punto de vista, son dos los mayores problemas que presenta el feminismo. El primero de ellos es el interclasismo: al tomar el sujeto mujer como víctima de la opresión patriarcal9, se crea un espejismo de “causa común” a todas las mujeres independientemente de su clase social, obviando a menudo las diferencias entre las condiciones de vida de las mujeres de las clases explotadoras frente a aquellas que se sitúan en las clases explotadas, que no sólo sufren la explotación de género sino también la económica y la derivada del sistema social y político jerárquico en el que vivimos.
Al hacer este “frente común”, muches seguidorxs de este movimiento se están engañando a sí mismes y además son utilizades, pues jamás podrán existir intereses comunes entre quien detenta el poder y quien lo sufre, por mucho que sean del mismo sexo. En todo caso, las mujeres de las clases poderosas aprovecharán los beneficios de esa “lucha común” para perpetuar sus propios privilegios, pero en modo alguno consentirán que sus “compañeras de lucha” derriben esos privilegios en pro de una sociedad igualitaria. Vemos, pues cómo el interclasismo actúa en contra de cualquier tipo de lucha.
Otro “efecto colateral” de este tipo de planteamientos es que se crea una visión maniqueísta en la que las mujeres siempre son “buenas” y los hombres siempre son “malos”, por lo que muchas mujeres rechazan de plano cualquier lucha compartida con hombres, bajo la idea de que “todos los hombres son enemigos a combatir”. Es más, muchas veces hemos podido oír sandeces de tal calibre como que “si las mujeres gobernasen, no habría guerras”, o que el poder en manos de mujeres es bueno, o que hay que favorecer la presencia de mujeres en los cuadros directivos de las empresas, partidos políticos, ejército, policía, etc.10 Quienes defienden esto no deben de haber oído nunca aquello de que “el poder corrompe”, y convierten su lucha en cambiar jefes por jefas, en vez de luchar por no tener jefxs en absoluto.
Aunque muchas feministas militan en organizaciones “mixtas”11, lo que acaban haciendo es separar los ámbitos, pues piensan que la lucha antipatriarcal no cabe en otras organizaciones que no sean exclusivamente femeninas12. De este modo, se está desaprovechando el potencial que supone una lucha común de mujeres y hombres contra todo tipo de opresión y jerarquía, al tiempo que se está creando una división entre les oprimides.

El segundo gran problema que observamos en el feminismo, muy ligado al interclasismo, es que a menudo acaba convirtiéndose en una lucha parcial, con todo lo que ello conlleva (pérdida de visión global, no ir a la raíz del problema, reformismo… en definitiva, hacer que una lucha acabe siendo estéril y superficial, que sólo sirva para cambiar apariencias sin transformar el fondo). Creo que esto tiene lugar debido a la incapacidad de muches feministas de extrapolar a todo tipo de jerarquía y autoridad su oposición a la jerarquía derivada del patriarcado y el género. Al centrarse únicamente en la causa “de las mujeres”, pierden la visión de conjunto. Alguna vez, debatiendo sobre estos temas con una amiga muy querida que milita en el movimiento feminista, ella me ha dicho, indignada: “¡Cómo puedes decir que la lucha de la mitad de la humanidad es una lucha parcial!”. La respuesta fácilmente podéis imaginarla: “es que la lucha anarquista es por toda la humanidad, por todes les individues”. Para mí esto refleja bastante bien cómo el feminismo queda acotado a una sola franja de la realidad.
Por otra parte, esto ha llevado a gran parte del movimiento feminista a caer en una excesiva interacción con las instancias oficiales –numerosas organizaciones dependen de subvenciones y son interlocutoras habituales del poder político, en una vana idea de que así conseguirán “avanzar algo”-. Esto, como ocurre con cualquier movimiento, no hace sino restar fuerza y capacidad de lucha a quienes militan en ese ámbito.

Bien es cierto que existen corrientes del feminismo que provienen de otras ideologías y movimientos sociales e intentan imprimir a este un carácter “de clase”. No queremos desde aquí deslegitimar sus esfuerzos ni ningunear a los colectivos que se mueven en ese ámbito. Algunos de ellos rechazan abiertamente cualquier tipo de subvención y de interacción con el poder. No obstante, creemos que no dejan de poner los planteamientos feministas por delante de otros aspectos de la sociedad jerárquica, constriñendo así su visión y la amplitud de su lucha.

III. Palabras finales: en torno al llamado anarcofeminismo o feminismo anarquista. Relación entre feminismo y anarquismo.
Desde hace unos años, está muy en boga el surgimiento de colectivos, publicaciones, jornadas, etc. que se autodenominan “anarcofeministas” –a menudo ligadas a otros espacios u organizaciones libertarias-. Después de leer muchos de sus textos y debatir con personas que se encuadran en esa definición, he podido darme cuenta de una cosa: sin afán de generalizar –supongo que habrá excepciones-, suelen priorizar los planteamientos feministas a los propiamente anarquistas, consciente o inconscientemente. Esto llama poderosamente la atención al provenir de personas que muchas veces también militan en organizaciones anarquistas y que están repitiendo en su discurso y en su praxis muchos de los planteamientos erróneos en los que cae el feminismo, que he expuesto arriba (en este sentido, decir que mi crítica al feminismo no era gratuita, sino que venía enfocada a este apartado).
Desde mi punto de vista –que no deja de ser personal, claro está-, el mismo concepto “anarcofeminismo” es un sinsentido. Si el anarquismo es una ideología integral, que lucha contra cualquier clase de autoridad y jerarquía sea cual sea su origen, y cuyo fin es la liberación de todes les individues, toda la humanidad, mujeres, hombres, niñes, ancianes… ¿qué sentido tiene, pues, añadirle la etiqueta de “feminista”? Si el feminismo pretende acabar con la subordinación de las mujeres a los hombres según los esquemas patriarcales y de género que ya hemos visto, ¡el anarquismo también! La diferencia es que el anarquismo no se queda sólo ahí, sino que la sociedad a la que aspiramos ha de estar libre también de los demás tipos de jerarquía, algo que sin embargo no tiene claro el feminismo, en general, al centrarse sólo en un tipo. En resumidas cuentas, podríamos decir que el anarquismo incluye al feminismo. Siendo así, ¿qué sentido tiene hablar de “anarcofeminismo”?
Quizás muchas de las personas y colectivos que se enmarcan en esta “corriente” han llegado a ese punto después de comprobar algunas carencias del movimiento anarquista en lo que a tema de antisexismo se refiere. Pues, si bien es cierto que la ideología anarquista por definición es antisexista, es cierto que las personas que militamos en el movimiento libertario hemos sido educades y vivimos en una sociedad profundamente marcada por los valores patriarcales, siendo muy difícil –por no decir imposible- escapar totalmente a ese acervo cultural que llevamos a cuestas. Esa inercia se refleja en muchos momentos cotidianos al relacionarnos entre compañeres, cuando sin darse cuenta algunes reproducen los mismos roles y estereotipos contra los que a diario luchamos. Pero hay que tener claro que una cosa son las ideas y otra las actitudes personales de algunes individues –aunque éstes deberían tratar de ser lo más coherentes posibles con las ideas que dicen defender- y, en todo caso, cuando eso ocurre es fundamental hacérselo saber y contribuir a “abrir los ojos” a quienes no se dan cuenta –o no quieren darse cuenta- de que están cayendo en actitudes sexistas. Precisamente lo interesante es intentar acabar con esas actitudes desde una visión anarquista, haciendo patente que para nosotres teoría y práctica son inseparables.
De cualquier manera, creo que la solución no está en segregarse e inventar una supuesta “ideología” de nuevo cuño, diluyendo las ideas libertarias en medio de otras corrientes más parciales, sino en enriquecer y fortalecer el propio anarquismo, que es el mejor camino para la consecución de la libertad de todes, a través de la actualización de conceptos y de la lucha diaria, enseñándonos unes a otres a desaprender lo aprendido y a erradicar comportamientos autoritarios, sean del tipo que sean. En este sentido, no ha de tomarse esto como un ataque hacia los grupos de mujeres u hombres; cada une es libre de juntarse con quien quiera y quizás en determinados aspectos pueden ser útiles. Pero pienso que lo realmente útil, si lo que queremos es crear una sociedad nueva, es hacerlo unides, codo con codo, en las mismas organizaciones libertarias. Si no, no habrá manera de cambiar las actitudes anquilosadas de algunes, y mucho menos de crear ese mundo nuevo.
A modo de conclusión, se hace, pues, imprescindible incorporar al anarquismo a nivel teórico y práctico las aportaciones procedentes de la teoría de género, como modo de analizar, detectar y erradicar las relaciones de dominación-sumisión que impone el patriarcado, así como reconcer la existencia de una problemática específica para poder destruir cualquier clase de autoridad e imposición, incluidos los aspectos relacionados con el sexo y la sexualidad de la persona. Creo, además, que esta es la única solución al supuesto debate entre anarquismo y “anarcofeminismo”. El anarquismo es una ideología viva, no un fósil, por lo que continuamente puede ser enriquecida con aquellos conceptos más o menos nuevos que ayuden a completar la lucha antiautoritaria, con el fin de que ésta pueda ser lo más global e integral posible.

Hasta que consigamos la sociedad libre, justa e igualitaria que anhelamos, la lucha ha de continuar sin descanso y contra toda autoridad.

Kris


1NASH, Mary, Mujer y movimiento obrero en España: 1931-1939, Barcelona, 1981, pp. 27-28.
2 Vid. ACKELSBERG, Martha A., Mujeres Libres. El Anarquismo y la lucha por la emancipación de las mujeres, Barcelona, 2000.
3 Estos artículos están recogidos en NASH, Mary, “Mujeres Libres”. España 1936-1939, Barcelona, 1976, pp. 43-66.
4 GOLDMAN, Emma, “El sufragio femenino”, en La palabra como arma, Madrid, 2008.
5 Durante la década de 1930, la antropóloga estadounidense Margaret Mead realizó diversas investigaciones y trabajos de campo en Polinesia, en el transcurso de los cuales pudo observar que las relaciones entre personas de uno y otro sexo y los roles de género eran muy diferentes a los existentes en las sociedades occidentales, y que no todas las sociedades estaban organizadas de forma patriarcal –o al menos no al mismo nivel-. Esa constatación sería la base para el cuestionamiento del supuesto carácter “natural” de los roles y conductas que adoptan mujeres y hombres, dando lugar a planteamientos basados en la construcción social de dichos roles.
Por otra parte, ya desde el ámbito del feminismo, tendría gran influencia la afirmación hecha en 1949 por Simone de Beauvoir: “Una no nace mujer, sino que se hace mujer”.

6 Decimos a priori porque esto tampoco está tan claro como podría parecer. Existen teorías –entre ellas, el feminismo lesbiano y la teoría queer- que defienden que no sólo el género es una construcción social, sino también el sexo. Actualmente hay un intenso debate al respecto.
7 El mismo proceso de asignación de un sexo a les recién nacides en los casos de intersexualidad, irrespetuoso y totalmente arbitrario por lo general, daría para escribir otro artículo.

8 Datos confirmados por un análisis del Consell Audiovisual de Catalunya realizado en el año 2004.
9 A pesar de que, como hemos visto, no sólo las mujeres padecen el patriarcado, sino también los hombres, esto no siempre es tenido en cuenta por gran parte de corrientes feministas –aunque, por supuesto, algunas de ellas sí lo hacen-.
10 Por mucho que suene a tópico, desgraciadamente este tipo de opiniones aún se siguen escuchando. Quienes las emiten no son conscientes de que ellxs mismxs están reproduciendo estereotipos de género, al pensar, por ejemplo, que las mujeres son más “pacificadoras” y los hombres más “belicosos”. Es sólo una muestra de hasta dónde puede llevar la estrechez de miras.

11 Así es como se llama en los ambientes feministas a las organizaciones formadas conjuntamente por mujeres y hombres, frente a aquellas en las que sólo participan personas del mismo sexo.

12 Aún corriendo el riesgo de generalizar, he de decir que esta actitud la he podido ver en muchas ocasiones entre gente que milita en el movimiento feminista.



FEMINISMO BÁSICO

1) INTRODUCCIÓN: ¿QUÉ ES ESO DEL FEMINISMO?
La idea con la presente charla es trasmitir algunas ideas y aspectos teóricos que se ha tratado desde el feminismo, sobre todo para que haya una base para luego tratar temas más específicos y más complejos en cuanto a las prácticas y también en cuanto a aspectos teóricos que llevan a cabos diferentes corrientes feministas.

Lo que se trata de ahora en adelante es lo siguiente:

1) ¿qué eso del feminismo? → dar una definición general y hablar un poco de las diferentes corrientes feministas

2) explicar brevemente algunos aspectos de la “teoría feminista”

3) nombrar logros y discutir los retos del feminismo hoy, sobre todo en el ámbito libertario

DEFINICIÓN

¿Qué es eso del feminismo?

Ser feminista, se puede decir básicamente, es luchar para que la diferencia sexual no se traduzca endesigualdad social. Yo personalmente me pongo enferma cuando escucho a la gente hablando de que hoy en día ya no hace falta el feminismo porque ya vivimos en igualdad, que las feministas son unas histéricas y exageradas, que son feminazis que discriminan al pobre hombre....y demás cosas. ¿por qué? Porque eso es refleja una idea bastante errónea y simplificada acera de lo que es y siempre ha sido el feminismo.

Por feminismo en general se entiende en un principio nada más que un termino para una serie de conceptos heterogéneos que colocan el foco de atención sobre los derechos y los intereses de las mujeres. Como es evidente parten de las desigualdades entre hombres y mujeres existentes, siendo el objetivo mejorar la situación de las mujeres y lograr una equiparación “de facto” dentro de la sociedad. Y esto sigue siendo el principal objetivo y no tiene necesariamente que ver con la exclusión del otro ni mucho menos.

Ahora bien. Hay que hacer hincapié en el hecho de que -a mi parecer al menos- nunca se debería hablar así sin más de feminismo, sino más bien de feminismos en plural, ya que los adjetivos en este caso si importan -en el sentido de que puede tratarse de conceptos muy diferentes entre ellos, y hasta contradictorios en algunos casos-.

HETEROGENIEDAD DE LAS CORRIENTES FEMINISTAS

Hay un sin fin de movimientos feministas, y existían y existen diferencias importantes entre las corrientes feministas que implican posturas muy diversas. Quiero destacar dos líneas de diferenciación en el sentido de que se extienden por casi todas las corrientes feministas existentes.

1) Por un lado existen las partidarias de un feminismo “institucional” (o: estatal, burgués, liberal...) que, aplicado por instituciones estatales, envuelto en leyes (la discriminación positiva, el intento de meter más mujeres en puestos de poder económico y político, la regulación de la maternidad), -y que busca la igualdad formal, que al fin y al cabo desemboca en la transformación en “otros/segundos hombres” (concediéndoles los valores dominantes que son masculinos) sin nunca tampoco poder llegar a ello y así mantener el status quo-.

Ejemplos que muestran esto claramente son las “grandes” mujeres en la política europea hoy en día -que han sido celebradas por mucha gente como si realmente significarían un cambio-, tales como: Carme Chacón, que ha sido ministra de defensa, o Angela Merkel, canciller de Alemania. Esto también muestra el poder que tiene el feminismo institucional hoy en día. Por otra parte se podría hablar de un feminismo radical-combativo que busca una transformación social y cultural mucho más profunda, que no sólo cuestiona la discriminación de las mujeres, sino en general los pilares de nuestra sociedad patriarcal y capitalista, su sistema de clasificación, sus prácticas sociales y sus valores culturales y simbologías. Evidentemente unx puede estar más menos de acuerdo con el análisis que se ha hecho respecto a los supuestos orígenes en concreto de la opresión de la mujer y sobre todo acerca de las medidas que las diversas corrientes de este feminismo radical-combativo plantean. (por ejemplo el feminismo marxista) pero a grandes rasgos se puede hacer esta oposición entre las dos tendencias.

2) A parte de la diferencia entre un feminismo institucional y uno más combativo-radical existen otras diferencias. Como es el caso con el feminismo de la igualdad y feminismo de la diferencia. ¿en qué consiste la diferencia? el feminismo de la igualdad tiene un carácter constructivista, es decir que parte de la base de la construcción cultural de los géneros como intervención “artificial”, es decir socialmente construida, del sistema patriarcal para denegar la igualdad de las personas dada “por naturaleza”, el feminismo de la diferencia es más escensialista en el sentido de que plantea que la mujer tiene unas características propias divergentes del hombre, que, a su vez por “naturaleza” es agresivo, competitivo y destructivo (y demás cosas). Entonces abogan por defender las características propias de la mujer (que se deducen sobre todo de las capacidades reproductivas de las mujeres) en vez de tener que imitar las cualidades negativas de los hombres.

Algunos ejemplos de diferentes corrientes feministas:

Eco-feminismo Corrientes feministas (constructivistas y esencialistas) que critican la apropiación de los hombres de la reproducción en particular y la sobreexplotación y destrucción de la tierra con “cara masculina” en general.

Feminismo cultural Busca una valoración positiva de los elemento propiamente femeninos (feminismo de la diferencia) como fundamento para lograr una verdadera autonomía de las mujeres

Feminismo ateo Feministas que ven la principalmente fuente del patriarcado y la opresión de la mujer en la religión (por ejemplo en el cristianismo, islám) y que buscan una transformación de la sociedad hacía el ateismo

Feminismo islámico Corriente feminista que busca la igualdad social de las mujeres dentro del islam; reclaman que la religión en si no es sexista; sino que el problema está en las autoridades (masculinas) que interpretan la ley sagrada

Feminismo post-colonial Diferentes movimientos feministas del mal llamado “tercer mundo”, que a menudo critican el etnocentrismo de las feministas europeas; reclaman el derecho de tener sus propios discursos feministas, teniendo en cuenta la condición particular de sus vidas (temas frecuentes son por ejemplo la situación de pobreza en que se encuentran en combinación con el sexismo que tiene consecuencias especialmente complicadas para las mujeres)

Feminismo lésbico Movimiento que crítica la situación de las mujeres y lxs homosexuales en nuestra sociedad y que considera que la heteronormatividad es una institución fundamental para sostener el patriarcado; lesbianismo también como resistencia

Feminismo queer Sostiene que no existe ningún tipo de identidad de género, ni orientación sexual naturalmente dada; actitud de “identidad rebelde”

Anarcofeminismo Emancipación y realización de la mujer como individuo, rechazo de todo tipo de relaciones de poder forzadas, ve en el patriarcado esta manifestación de poder autoritario

Debemos tener en cuenta que muchas veces estas diferencias conceptuales en la práctica no son tan estrictas ni tan claras, sino que sirven más como una orientación general para el ámbito y la forma de la militancia y una no necesariamente tiene que adjudicarse dogmáticamente a una de estas corrientes.

Los movimientos feministas no sólo han sido bastante heterogéneos desde el comienzo, sino también hay un vínculo estrecho entre el feminismo como movimiento reivindicativo (“de la calle”) y el feminismo académico-teórico y estas dos formas de feminismo siempre se han desarrollado de forma interdependiente.

2) INTENTOS SOBRE LA TEORÍA FEMINISTA

COMIENZOS:

Aunque evidentemente siempre habían mujeres que lucharon para mejorar su estatus social y legal y que se movilizaron en contra de múltiples formas de opresión de formas bastante intensas y organizadas, de feminismo sólo se habla a partir de las segunda mitad del siglo XIX (término se usa probablemente por primera vez en 1870), y generalmente se habla de una teoría feminista como tal, sólo a partir de la segunda mitad del siglo XX.

Como escribe la filósofa francesa Simone de Beauvoir en su libro “El segundo sexo” (1949) -es su frase más famosa “No se nace mujer, se llega a serlo”, es decir la mujer o, mejor dicho, lo que entendemos por ser mujer, es un producto cultural que carece de todo fundamento biológico. Con esto sentó las bases para aquello que hoy en día llamamos la teoría de género (perspectiva de género, enfoque de género) o el sistema sexo-género que en la actualidad está en todas partes.

GÉNERO:

Género se puede describir como construcción psicológica, social y cultural de aquellas características que en una sociedad se considera masculino y femenino.

La división analítica entre sexo y género se basa en la idea de que no existe ninguna conexión determinante entre el sexo biológico y el sexo social, es decir que las características del género femenino no tienen que ser consecuencias directas del sexo biológico de las “hembras”. La adscripción varón/hembra es definida por ciertas características del cuerpo (órganos sexuales, hormonas, genes) y el rol social (=género) que cumplen (o deben cumplir) los hombres y las mujeres en una sociedad determinada son construcciones culturales, es decir que son productos de la aplicación de ciertos valores y normas sociales.

¿Cuál es entonces la condición del género femenino en la actualidad?

Algunas características del género femenino son estas (aunque seguramente se nos pueden occurir muchas cosas más):

→ instinto de maternidad/ maternidad como elemento más relevante de la identidad

→ papel de cuidadora; se preocupa por los demás, es ordenada y limpia

→ es tierna, pacífica y más sumisa

→ irracional ( versus racional)

→ dependiente y pasiva ( versus independiente y activo)

→ débil y emocional ( versus fuerte y racional)

→ su físico es sumamente importante

→ muchas mujeres se definen a través del hombre (existencia gira en torno a él)

Esto, obviamente son modelos estereotipos que (casi) nunca se cumplen del todo, pero estos valores están allí como una especie de exigencia en la socialización de los miembros de esta sociedad.

Estos roles pueden variar en tiempo y espacio, es decir que no en todas las sociedades se entiende lo mismo por “masculino” y por “femenino” como aquí, e incluso se conocen sociedades en que existen más de dos géneros. Pero aún así el género parece siempre una importante forma de estratificación social. Por eso también es importante no usar los términos “sexo” y “género” como si fueran intercambiables, como se hace muy a menudo.

Lo que (por lo menos en nuestras sociedades “occidentales”) define las relaciones de género es el patriarcado

PATRIARCADO:

Lo podemos describir como el sistema dominante en que vivimos en la actualidad (y hace bastante tiempo en realidad) que se caracteriza por la dominación de los varones sobre las mujeres.

Se sostiene gracias a múltiples elementos:

· los sistemas jurídicos-políticos / poder institucional (es bastante claro: todavía hay leyes discriminatorias y un difícil acceso para personas que quisieran cambiar el estatus quo)

· sistemas económicos dominantes (con todas sus implicaciones (capitalismo, consumo, competitividad, etc.)

· la práctica social (por ejemplo la división sexual del trabajo y la adscripción de lo femenino al ámbito doméstico-privado, mientras el hombre actúa mucho más en la esfera pública; o también la costumbre de entender a la mujer como objeto sexual)

· relaciones personales/sexuales (en pareja, familia → papel dominante del hombre, subordinación de la mujer)

· tradiciones religiosas (explicaciones religiosas del rol/sitio social de la mujer)

· identidad de género/ actitud subalterna de las mujeres (internalización del ideal femenino a través del aprendizaje social/educación)

En miles de acciones en nuestras vidas diarias reafirmamos las relaciones de género existentes y con ello también el sistema patriarcal, aunque también parece cierto que en algunos ámbitos la cosa esta cambiando, en el sentido de que se desvanecen las diferencias y oposiciones tan rígidas.

Pero en general se puede decir que, independientemente de las prácticas discriminatorias concretas, persisten en nuestra cultura/imaginario colectivo unos valores profundamente androcéntricos y misoginos

Androcentristas porque a menudo parece que “lo masculino” es “el” modelo de referencia (la única forma de ver el mundo) y es valorado positivamente (se refleja en muchas cosas por ejemplo en el lenguaje (en varios idiomas se usa la palabra “hombre” para referirse a toda la humanidad), en la valoración de la esfera pública en oposición a la esfera privada, en el tipo de economía que tenemos que representa valores supuestamente masculinos como la competitividad, en la sobrevaloración de lo racional a diferencia de lo irracional-emocional, etc., etc.).

Misógeno (y sexista) porque no raras veces se nota en las cosas un desprecio hacia “lo femenino” que se refleja por un lado en el lenguaje (pensamos en los insultos más comunes por ejemplo, pero también en el hecho de que muchas personas menosprecian las actividades de mujeres (como la cocina, la limpieza, el cuidado de niños, etc.), por supuesto se refleja además en los casos extremos de la violencia de género, acoso sexual y demás cosas...)

El modelo dominante (que implica bastante exigencia para hombres y mujeres) sería el siguiente:

“Naturaleza” Cultura Variable Sexual

Macho → Masculino → Heterosexual

Hembra → Femenino → Heterosexual

¿Cuál es el papel de la sexualidad en este contexto?

Parece que la sexualidad funciona como “ojo social”, que está premiada o castigada. Es decir que mientras más cumples el estereotipo de la heterosexualidad (y esto no sólo consiste en sentirse atraído por el sexo supuestamente “opuesto”, sino también en respetar las jerarquías establecidas entre los sexos), con mejores ojos te mira la gente. Mientras corres el riesgo de ser excluido socialmente si no cumples este ideal.

Esto parece mostrarnos que lo de la sexualidad tiene que ver con más cosas que sólo con los rasgos biológicos. Más bien también hay que interpretarla en función de los significados sociales que las personas le atribuyen. Las respuestas sexuales son aprendidas, no son innatas. Y también varían en tiempo y espacio (en todas sociedades hay normas y tabúes en cuanto a la sexualidad, pero pueden ser diferentes). En “nuestras sociedades occidentales” vemos claramente un modelo de heterosexualidad obligatoria (por lo cual también se habla de heteronormatividad o heteropatriarcado).

INTERSECCIONALIDAD:

Desde la tercera ola del feminismo (más o menos desde los 90), se establecieron fuertes críticas hacía el feminismo establecido hasta entonces. Como opinan algunas feministas que se quedan más bien (o se ven a si mismas) “marginadas” del movimiento dominante, -como eran en su tiempo las feministas negras en EEUU, pero también activistas de los países colonializados por los estados agresores del mal llamado “primer mundo”, así como una parte de las feministas lesbianas, anarquistas y socialistas y demás feministas- el “feminismo tradicional” (de la primera y segunda ola) no tiene lo suficientemente en cuenta los múltiples mecanismos de opresión y de discriminación hacía las mujeres (y hombres también) como a parte del “género” también son a menudo la clase, la etnia, la edad, la sexualidad, la religión, etc. Es decir que estas mujeres no se sienten representadas por el movimiento feminista “oficial” que a la vez es hegemónico, ya que éste -aunque quizás implícitamente- parte de un modelo único de mujer con una determinada serie de problemas y opresiones que corresponden al ideal de la mujer estadounidense/ europea, blanca, heterosexual de clase media. Y que en cambio no tiene en cuenta ni las restricciones y opresiones ni las subjetividades de estas “otras” mujeres. A partir de entonces se introduce a la teoría feminista el enfoque de interseccionalidad o de interdependencia en el cual se analiza de qué manera diferentes factores discriminatorios interactúan en múltiples niveles, contribuyendo así a un sistema de desigualdad social. Como puede ser el caso por ejemplo en la opresión por racismo, sexismo, homofobia, clasismo, por actitud política o por discapacidad.

La idea es que estos factores de opresión se interrelacionan, lo cual implica diferentes experiencias en cuanto al grado de la intensidad de la discriminación por las diferentes mujeres. Todo esto ha llevado a cuestionar la unidad del sujeto del feminismo porque ya no siempre parece tan claro a quién nos referimos cuando hablamos de las mujeres.

3) LOGROS Y RETOS DEL FEMINISMO

Logros:

A parte de bastantes cambios en la ley que se ha conseguido gracias a la lucha feminista creo que el potencial del feminismo ( por lo menos de algunas corrientes) como práctica política es importante:

Porque desde sus inicios el feminismo ha sido una forma de pensamiento crítico que se ha dedicado a desvelar y cuestionar las categorías básicas sobre que establece los fundamentos la sociedad. Se ha criticado por ejemplo el modelo de familia y el modelo de trabajo que tenemos porque las feministas reconocieron que nos impiden la libertad.

El modelo de sexo-género como categoría analítica ha servido para analizar aspectos simbólicos de nuestra sociedad y examinar el tipo de relaciones sociales que tenemos.

Así como se ha criticado las “políticas de identidad” desde las diferentes instituciones del estado, de la economía y que se refleja también en el consumo; que se entiende como el motor del patriarcado podríamos decir.

Por lo tanto el lema “lo personal es político” en el feminismo siempre ha tenido especial relevancia, de manera que se puede entender muchas prácticas feministas también como ejercicios de micro-política (“identidades rebeldes” y “cuerpos insumisos”) y, en algunos casos, también de acción directa.

Sobre todo creo que la característica más importante consiste en la manera específica y particularmente profunda de examinar las relaciones de poder existentes. Y esto evidentemente también ha servido a otros sectores y movimientos políticos.

Retos:

Temas centrales que trata el feminismo hoy a grandes rasgos serían:

los temas más emblemáticos del feminismo institucional y liberal:

· leyes y políticas discriminatorias hacia las mujeres (por ejemplo sueldos y accesos a ciertos posiciones sociales desiguales, comparando hombres y mujeres)

· violencia de género → peligroso mirar sólo los extremos (victimizar las mujeres) cuestiones más allá que están compartidas por otras corrientes feministas también son:

· sexismo, misogínia y androcentrismo → roles de género

· discriminación por orientación y practicas sexuales (heteronormatividad/ heteropatriarcado)

· discriminación múltiple (ser mujer, ser pobre, ser negra, ser lesbiana, etc.) → identidad(es) (de género) y la cuestión del sujeto del feminismo

Dificultades a discutir

Feminismo debería ser además un enfoque transversal no una subdisciplina (no un fin en si mismo sino un medio), aunque esto no implica que las agrupaciones y las luchas de mujeres en colectivos puramente femeninos sean superfluos

¿Cómo conciliar los diferentes ámbitos de lucha (la cama, la casa y la plaza)?

¿Qué relación hay que tener con el feminismo institucional-burgués que es hegemónico?

¿Cómo tratar con las diversas críticas que se ha hecho respecto al feminismo, como por ejemplo: estereotipos muy negativos de las feministas (anticuadas, exageradas, histéricas...), críticas de separatismo/ de querer crear división y (nuevos) roles fijos (nuevas feminidades/masculinidades); acusaciones de hembrismo y feminazis (feminismo es machismo pero al revés)

Por último la dificultad del tema para una ya que las cosas culturalmente están bastante internalizadas y el asunto toca nuestras mismísimas identidades.


TEORÍA QUEER

Introducción:

El nombre que lleva esta jornada es “Teoría Queer”. No quise decir nada para cambiarlo por mera estrategia lingüística política, pues desgraciadamente en este mundo cienciófilo y tecnicista esas dos palabras llaman más que la palabra queer por ella sola. El término queer es tan amplio y amalgama tantas actitudes, pensamientos, metodologías, y matices que el tildarlo de “teoría” es contradictorio a ello, es “anti-queer”. Ahora bien, si ello ocurre es por el deseo de algunos sectores de dentro y de fuera del mismo por hacerlo “teoría”, por lograrlo ponerle unos límites predefinidos por el academicismo según los cuales enmarcarlo, encastillarlo y, en resumen, institucionalizarlo intelectualmente. Casualmente me encuentro entre el sector contrario del “movimiento queer”, así que, dicho esto, me referiré a partir de este momento a este tema como “lo queer”, pues “lo” es un término netro y agenérico, un sustantivador que convierte a este adjetivo en una palabra con cuerpo propio. Queer, malamente traducido del inglés como “raro” referido a una persona, en castellano de Castilla (no de Sudamérica) significa “marica”, “bollera”, “travelo” o cualquiera de la ristra de insultos homófobos existentes en nuestro nutrido vocabulario. Como sustantivo, la palabra queer adquiere un cuerpo propio, que en la práctica militante es lo que se lleva a cabo como movimiento político que es (como movimiento “okupa”, que viene de “okupación”; o movimiento “anarquista”, que viene de “anarquismo”, si bien queer no tiene sustantivo agregado si no es sustantivando el adjetivo).

Orígenes:

Pese a la claridad con la que a veces se habla de los orígenes de lo queer (al ser empleado por el colectivo Queer Nation en Nueva York en 1990), los orígenes reales y concisos están realmente muy disputados y no hay nada claro, si no una amalgama de datos que intentaré sistematizar.
Personas calificables en el término queer las ha habido desde que existe el patriarcado y la separación binaria en roles de género. Sujetos de los que se conoce que saltaran estas normas en comportamientos, vestimentas o sexualidad hay documentación histórica desde mucho antes de Cristo, intensificándose a partir del Renacimiento del siglo XV-XVI por el florecimiento cultural en el cual se emparan dichas composturas. Pero sus protagonistas no se agruparon en un movimiento disidente, sino que permanecieron bailando entre sus vidas y la censura social hasta que algunos burgueses decimonónicos de origen germano bajo los cánones de masculinidad y homosexualidad comenzaron a escribir, reivindicando la identidad homosexual y oponiéndose a la homofobia1. Este caldo de cultivo daría lugar al inicio a finales del siglo XIX del llamado “Primer Movimiento Homosexual”, en la Alemania del II Reich y la República de Weimar en pro de acabar con el Artículo 175 del Código Penal que penaba bajo cárcel las relaciones homosexuales, terminado por la represión a la cual les sometió Hitler desde 1934. Uno de sus líderes, Magnus Hirschfeld2, el principal teórico de éste, ya habla a inicios del siglo XX del travestismo como lucha encasillada dentro de la homosexualidad. Para atajar comportamientos tales, Hirschfeld realiza en 1908 un estudio en su Zeitschrift für Sexualwissenschaft (“Revista de Sexología”) en el cual inicia el cuestionamiento de los roles de género y sexuales. Junto a su colega y delegado de la Liga por la Reforma Sexual en la II República española, Gregorio Marañón3, llega a proponer a principios de los años 30’ la posible existencia de un tercer género que pasará inadvertida ante la Ciencia por su propia composición del momento, lo adelantado de la propuesta y la época convulsa que llega a continuación (Guerra Civil Española, Segunda Guerra Mundial, Guerra Fría…).

Paralelamente, en 1935 la antropóloga estadounidense Margaret Mead publica Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas, en la cual habla de la diferencia en los roles de género en las etnias arapesh, mundugumor y tchambouli a la hora de afrontar la guerra, que contradicen a los occidentales, a raíz de lo cual se inicia un cuestionamiento del género masculino. Es también en esta época cuando el feminismo adquiere una dimensión política importante, tanto a niveles institucionales como revolucionarios y anticapitalistas, pero de esto ya se ocupa otra charla. Y es entre 1948 y 1953 cuando el botánico Alfred Kinsey publica Conducta sexual en el varón (1948) y Conducta sexual en la mujer (1953), en los cuales establece una escala del 0 al 6 de conductas sexuales del ser humano, si bien sobre la base binaria de heterosexual (0) y homosexual (6), pero suponiendo un salto cualitativo en la percepción de la sexualidad como algo más complejo y no sólo reducido a esas dos palabras. Ahora bien, los años sesenta del siglo XX son el resurgir de buena parte de la militancia existente en el período de preguerra con bastante virulencia y a nivel internacional. Junto a las movilizaciones contra la Guerra de Vietnam, la autonomía obrera y los hippies, las feministas se lanzan de nuevo a otro asalto y tiene lugar un resurgir del movimiento de liberación homosexual, tras años de leve militancia (La Mattachine Society en EEUU y poco más) y de bastante más opresión. El inicio se marca en los disturbios del bar-discoteca Stonewall, local frecuentado por gays, lesbianas, trans… que se defienden durante tres días de enfrentamientos con la policía. A partir de ahí tiene lugar un estallido a nivel internacional de colectivos de liberación homosexuales de cierta radicalidad (el Gay Liberation Front en EEUU y Gran Bretaña, el Front homosexuel d'action revolutionnaire en Francia, Homosexuelle Aktion Westberlin en la República Federal Alemana, el Movimiento Español de Liberación Homosexual en el Reino de España4…) Esta explosión de colectivos y militancia va a durar lo que dura la década de los años setenta. A inicios de los ochenta, prácticamente toda la estructura militante se viene abajo.
Las razones de la retrotracción pueden hallarse en muchos ámbitos. El marcado reformismo y las ansias políticas institucionalizadoras de muchos de sus componentes (vinculados a partidos políticos, o simplemente “trepas” en general) apagan la lucha y la encauzan por los derroteros capitalistas mientras los sectores revolucionarios (partidarios del terminar tanto con la homofobia como con el capitalismo) se cansan y abandonan; fraccionalismo, personalismo y tendencia a la luchas parciales; lesbofobia y transfobia de muchos (masculinos principalmente) de sus militantes bolleras y trans5; la mercantilización del ocio mediante el “capitalismo rosa”, creando barrios (llamados ghettos) únicamente para gays (en especial gays, no bolleras o trans) y llenándolos de ropa cara, discotecas, restaurantes, hoteles y muchas drogas; y la configuración del SIDA6 como arma política contra la marginalidad no integrada en el capital, en este caso la disidente sexual, que supone el exterminio físico de parte de la militancia con los nocivos tratamientos que se propone a quien se le diagnostica y el miedo de la parte superviviente que suplica al Estado remedios médicos y asistencia social para atajar este problema. En los años ochenta los colectivos quedan ya casi totalmente institucionalizados, intervenidos por la socialdemocracia o grupos liberales de izquierda o incluso de derecha, y se inventan la etiqueta “LGTB”7 (Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales en un principio sólo LG), reciben subvenciones y promocionan el sistema capitalista y heteropatriarcal dentro de la subcultura, con medidas reformistas y legales que prosiguen hasta la actualidad (despenalización de las relaciones homosexuales y del “cambio de sexo”, integración en cuerpos represivos, leyes de unión de hecho y de matrimonio...).

En el feminismo, en esta época tienen lugar hechos parecidos, pues es en el mismo contexto en el cual el Estado capitalista intenta integrar con él la disidencia: leyes del aborto (la mayoría bastante descafeinadas), leyes de igualdad de todo tipo (laboral, herencias, divorcios) e incremento de mujeres en política proporcional a la institucionalización de los colectivos feministas de los años sesenta y setenta, la mayor parte por la socialdemocracia.

Por ambos movimientos (el feminista y el homosexual) comparten en la segunda mitad de los años ochenta algunos vicios interesantes: además de su pro-capitalismo en lo económico, destaca su clasismo (tendencia de clase media a despreciar o ignorar a grupos más desfavorecidos), su racismo (menosprecio a otras etnias, cuando no impedimentos para su militancia) y su heterosexismo patriarcal (traducido en transfobia, lesbofobia y sexofobia en según qué prácticas sexuales), pues cada movimiento tiene su ideal o en la mujer blanca, monógama, heterosexual y de clase media como en el varón blanco, monógamo, homosexual y de clase media respectivamente. Las lesbianas son las primeras en desencantarse y comenzar a abandonar el movimiento feminista, las primeras Lavender Menace (“Amenaza lavanda” – relativo al color), formadas tras la exclusión manifiesta del lesbianismo en el Congreso para la Unidad de las Mujeres de Nueva York en mayo de 1970. Misma exclusión sufrirán las trans en los grupos feministas, considerándolas como falsas mujeres y negándoseles igualmente la militancia, formando sus propios grupos, tales como Street Transvestite Action Revolutionaries (STAR; “Travestis en la calle actuando revolucionariamente”, más o menos), organizado en 1970 al margen del movimiento homosexual de Stonewall y las feministas de Nueva York, de igual línea transfóbica, que lucharon por la visibilización trans a la vez que elaboraron una red de apoyo mutuo entre trans para ayuda económica y manutención de hijos en riesgo de serles arrebatados por el Estado. Fue fundado por las trans afroamericana y puertorriqueña Marsha P. Jonson y Sylvia Rivera, ambas fallecidas prematuramente Pero la escisión fuerte que va a obligar al feminismo institucional a actualizarse ante el peligro de perder demasiadas militantes y que éstas se autoorganicen va a ser a finales de los años ochenta en EEUU, cuando las negras y latinas se escindan ante el claro clasismo y eurocentrismo de sus ex-compañeras, apareciendo el llamado “feminismo chicano”8. No sólo el racismo y la disidencia sexual van a formar parte de estos tensos debates, sino que otras prácticas sexuales disidentes como el sadomasoquismo, o el trato hacia el fenómeno de la prostitución y la pornografía van a acabar dinamitando esta nueva ola feminista, que marca su fin, ya sea institucionalizándose un sector o radicalizándose el otro. Son las llamadas Feminist Sex Wars (Guerras feministas del sexo).

Es en estos años, el último lustro de la década de los ochenta, cuando se configura lo queer en el espectro político. No sólo viene por parte de la crisis del feminismo y del LGTB, sino también de otros espectros, tales como los comités anti-SIDA (ACT-UP en EEUU9), los nuevos trabajos sobre sexualidad del filósofo francés Michel Foucault y la introducción del concepto de biopoder10 y la militancia anticapitalista en general. En este contexto, va a surgir lo queer por parte de dos vertientes completamente diferentes entre sí. Una de sus vertientes va a ser la militancia radical en la calle, por lógica desde derroteros revolucionarios y anticapitalistas. Van a ser los promotores en EEUU dos fanzines relacionados con el squat moviment (movimiento okupa) y el anarcopunk11: J.D.s (subtitulado “queer punk zine”), editado entre 1985 y 1991 por el músico G.B. Jones y el director pornógrafo Bruce LaBruce, ambos canadienses, y Homocore, editado en San Francisco entre 1988 y 1991 por Tom Jennings y Deke Nihilson, éste último por entonces militante de Industrial Workers of the World (IWW, “Obreros Industriales del Mundo”, organización internacional socialista de tendencia ácrata). Éste último fanzine popularizaría el uso del triángulo invertido rosa dentro de lo queer, apropiándose de un símbolo usado por los nazis para marcar a los homosexuales en los campos de concentración. A tal símbolo le añadían una A circulada. Sus contenidos están repletos de textos teóricos, culturales, estéticos, musicales… siempre bajo una línea antiautoritaria y autogestionaria. La etiqueta queer, pues, procede de una reapropiación del término insultante, al igual que lo es la palabra punk. Así pues, ¿quién mejor que los editores maricas de un fanzine punk para reapropiarse del término y hacerlo suyo?

Ello ocurre antes de que la filósofa italoamericana Teresa de Laurentis acuñara por primera vez el término de “Teoría Queer” en su artículo Teoría Queer: Sexualidades lesbiana y gay, para la revista A Journal of Feminist Cultural Studies de la Universidad de Indiana, en 1991. Es en este contexto en el que se releen las reflexiones acerca del sexo de pensadores y filósofos tales como el francés Jacques Derrida (principalmente Márgenes de la filosofía, 1972) o la feminista búlgara Julia Kristeva, junto a nuevos estudios sobre sexualidad de estela foucaultiana por parte de la academia, de la antropóloga Gayle Rubin (Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad, 1984) o la teórica feminista Monique Wittig (El cuerpo lesbiano, 1973) que cuestionan los roles de género y sexualidad, dando paso a otra generación que configurará la otra vertiente queer, la más academicista y teórica, que proviene del ámbitos filosófico principalmente post-estructuralista y universitario (recordemos lo estatal de la universidad mal llamada “pública”). Aparecen trabajos como Tecnologías del Género, de De Laurentis, que data de 1987; Borderlands/La Frontera: The New Mestiza, de la feminista chicana Gloria Anzaldúa, 1987; Gender and the Politics of History, de la historiadora francoestadounidense Joan Scott, 1988; AIDS: Cultural Analysis/Cultural Activism, del militante de ACT UP-New York Douglas Crimp, 1988; Epistemology of the Closet y Tendencies, de la filósofa estadounidense Eve Kosofsky Sedgwick, 1990 y 1993; Male Subjectivity at the Margins, de la historiadora inglesa Kaja Silverman, 1992; Homographesis: Essays in Gay Literary and Cultural Theory, del profesor de la Universidad de Yale Lee Edelman, 1994; Homos, del teórico literario de la Universidad de California Leo Bersani; The Lesbian and Gay Studies Reader, de David M. Halperin y D.A. Miller, críticos literarios ambos, 1993; Fear of a Queer Planet: Queer Politics and Social Theory, del profesor de la Universidad de Yale Michael Warner, 1993; o The Domain-Matrix: Performing Lesbian at the End of Print Culture, de la feminista y profesora de la Universidad de California Sue-Ellen Case, 1996.

Tales nombres son de los más importantes en la configuración del entramado queer academicista, si bien no todos. Y nos queda, pues, la considerada promotora de la “Teoría Queer”: Judith Butler, profesora de la Universidad de California, feminista y autora de multitud de libros de esta categoría, entre ellos dos trabajos que corresponderían al inicio de lo queer por su importancia respecto al cuestionamiento del binarismo de género: El Género en disputa. Feminismo y la subversión de la identidad (1990) y Cuerpos que importan. El límite discursivo del sexo (1993). De sus trabajos se apropiaría y haría suyos el primer colectivo queer del mundo, surgido en 1990 en Nueva York: Queer Nation. Se trata de una reafirmación al estilo del punk en la acusación homofóbica de queer, que conlleva a la vez una radicalización de la militancia bajo la etiqueta LGTB. Adoptando una estética muy punk (firmando con letras recortadas y pegadas al estilo Sex Pistols) y con un discurso igual de radical, irrumpen en el Orgullo Gay neoyorquino de 1990 con un panfleto a una cara titulado "I Hate Straights!" (¡Odio a los heteros!), y a la otra "We're here. We're queer. Get used to it." (“Estamos aquí. Somos maricones. Acostúmbrate.”), en un estilo provocador tan heredero del punk como del Manifiesto SCUM (Society for Cutting Up Men, “Sociedad para descuartizar a los hombres”) de la feminista desencantada Valerie Solanas, sin que por ello abogara por la heterofobia ni nada parecido, oponiéndose tanto al heteropatriarcado como al oficialismo y al institucionalismo de los grupos LGTB convocantes. Queer Nation se agrupa en secciones federadas a lo largo de EEUU, protagonizando acciones directas contra la homofobia empresarial o ultraderechista, repartos de propaganda, panfleteo, pegadas de carteles… siendo bastante famoso y criminalizado por la prensa por practicar el outing, el “sacar del armario” mediante comunicado público a personajes del mundo político, deportivo o televisivo en general que se negaban a reconocer sus tendencias sexuales heterodoxas, hechos que en más de una ocasión les valieron denuncias y acoso policial. A finales de los noventa, QN ya está agotado y se disuelve en la nada, tras dejar a su paso una ristra de colectivos autocatalogados queer que mencionaremos más adelante.

Teoría:

Si bien no podemos hablar de “Teoría Queer” por lo amplio del espectro que abarca, sí que podemos hablar de lo que a grandes rasgos y a menores rasgos también se defiende desde la amalgama queer y el transfeminismo. Como hemos visto previamente, el modelo queer es una radicalización y puesta al día del movimiento feminista y de liberación homosexual, a los cuales de cierto modo sigue perteneciendo. Si uno propugnaba la emancipación de la mujer biológica del sistema patriarcal y masculinista y el otro la libertad de elección sexual, el modelo queer va mucho más allá. Ambos movimientos partían de cánones maniqueos y binarios en los cuales sólo existen dos matices para entender el mundo, y ninguno más: blanco-negro, rico-pobre, patrón-obrero, hombre-mujer, homosexual-heterosexual… se contemplan los estados intermedios (mestizaje, clase media asalariada, intersexual, bisexual…), pero siempre sobre base binaria. Si bien es cierto que lo queer trata principalmente la sexualidad, su análisis es más amplio y abarca también las relaciones socioeconómicas y las discriminaciones raciales, todo ello fruto del mundo del que viene (la marginalidad y pobreza social y el racismo contra chicanas y negras), bajo unas premisas anticapitalistas y antirracistas sin las cuales lo queer no sería queer, y que ya por sí mismas excluyen a buena parte del feminismo y del movimiento LGTB.




Ésta es la parte más conocida hasta la saciedad del modelo queer, por coincidir también a grandes rasgos con los trabajos surgidos del academicismo universitario, pero no es en absoluto todo. El repudio del binarismo de género se aúna con dos grupos sexuales marginados que se sitúan entre las fronteras del género y desde tiempos inmemoriales, y que han sido patologizados por la Ciencia desde el citado binarismo sexual de finales del siglo XIX, patologización que llega hasta nuestros días. Nos referimos a la transgeneridad, llamada por la Ciencia al definirla como patología en cuanto a trastorno de la identidad de género como transexualidad. “Trans” es un prefijo griego antiguo que implica movimiento, en este caso un movimiento de un sexo a otro (transexualidad) o de un género a otro (transgeneridad), si bien en el término lingüístico prevalece y persiste el binarismo de género, razón por la que no hay un consenso dentro de la propia comunidad trans (usado, pues, este diminutivo para evitar tales polémicas y englobar más campo sexual) de cuál es la palabra correcta. A la clásica transexualidad le surge, además, otro apéndice: el llamado “travestismo”, palabra igual de denigrante de contemporánea creación usada para denominar a quienes mediante la vestimenta adoptan los roles del género al cual no pertenecen “biológica” y convencionalmente. Y el otro grupo, directamente relacionado, es el intersexual, fruto de una genitalidad no convencionalmente establecida desde el mismo nacimiento o durante el desarrollo sexual, tales como ambigüedad genital, clítoris mayor de la medida convencionalmente establecida (clitoromegalia), pene menor que la medida convencional (micropene), abertura de la uretra en el tronco del pene en lugar de en su punta (hipospadías), testículos no descendidos que podrían ser ovarios, masa en la ingle que podría ser testículos… entre otras cosas. El número de personas que nacen sin cumplir los cánones predefinidos, sino con las “patologías” citadas es mayor del que parece (en torno a una persona por mil), pero la medicina occidental lo arregla recurriendo a una intervención quirúrgica casi inmediata o según la “anomalía” se va desarrollando en niñez o adolescencia. Los padres, bajo el mismo yugo del binarismo de género, se ven en la obligación de educar a su “hijx” en un rol de género o en el otro, presuponiéndose pues también su sexualidad heteronormativa. Se han dado casos de varios cambios de género correctores cuando el sujeto no correspondía al cambio de género que se le había asignado por sus actos (juegos, comentarios, actitudes) y por sus gustos sexuales no convencionales con los del rol de género que se le había asignado. El coste social y vital que tiene esta tendencia cientificista y binaria es la de arruinar vidas a estas víctimas del rol de género, a sus familiares, a sus amantes (lógicamente, pues también queda destrozada su propia afectividad sexual) y logrando una alta tasa de suicidios dentro de esta comunidad.


Con el modelo queer, quedando pues anuladas estas separaciones en roles de género, la transexualidad, el travestismo y la intersexualidad pasan a engrosar la argumentación de que el rol de género es una construcción social y no tiene base genética ni científica. Con su patologización permanente y su hasta hace poco penalización legal se ha colocado un dique social, científico y sanitario para evitar que estas tendencias cuestionaran el binarismo de género heteropatriarcal, mantenerlas controladas y reconfiguradas dentro de ese binarismo al no poder negarlas ni reprimirlas. Tal es el caso de la llamada “operación de cambio de sexo” mediante un humillante proceso sanitario y psiquiátrico regulado por cada Ley de Identidad de Género (LIG en el Estado español, propuesta y aprobada por el PSOE en 2007), en el cual se diagnostica la “disforia de género” cuando un sujeto profesional de turno establece una patología al no obedecer a los roles de género que son asignados al género del paciente. El travestismo queda igualmente patologizado como una disforia de género a escala menor, como si se tratara de algún tipo de fetichismo mental.

El asunto comienza a ser peligroso para el heteropatriarcado estatal cuando las personas que se mantienen en los márgenes comienzan a rechazar el binarismo de género y repudian la operación y todo lo que representa, sintiéndose bien con ellas mismas al margen del sistema binario. Además de la estigmatización patologizante y reforzamiento de binarismo, la operación también requiere esterilizar al sujeto, para evitar casos que cuestionarían la sexualidad imperante de embarazos de hombres a hombre o mujer a mujer. No son, además, sólo las personas trans quien pueden experimentar tal proceso. La estigmatización de la pluma marica (a veces, por parte de otros maricas) o la diferenciación en el mundo lésbico de las lesbianas más “hombrunas” (butch) de las más “femeninas” (femme) obedecen al mismo binarismo, quedando tales categorías igualmente inválidas.

La principal pregunta que habría de hacerse toda persona para cuestionar el sistema de sexo/genero y su correspondencia con el mismo es: ¿qué es un hombre y qué es una mujer? La construcción mental del ser humano occidental está orientada hacia unos cánones predefinidos de cada construcción conceptual (palabras, al fin y al cabo) con una definición inconsciente, pero que marca nuestra actuación durante toda la vida. Un hombre no sólo obedece a tener polla, ni una mujer sólo a tener coño, ésa sería la perspectiva biologicista y cientificista con la cual se procura malamente socavar todo modelo queer. En tal caso podríamos hablar de “biohombre” o “biomujer”, categoría igualmente inválida, pero que resume lingüísticamente lo que es “hombre con polla” y “mujer con polla”. La categoría hombre obedece, además, a una forma de actuar concreta, socialmente considerada como viril, activa en el sexo, valerosa, trabajadora, fuerte, sin ningún tipo de “amaneramiento”… mientras que la mujer es sumisa, sexualmente pasiva y dirigida, débil, muy “femenina” o refinadamente amanerada bajo un código predefinido de comportamiento… Y, además de eso, la construcción conceptual también obedece a otros cánones raciales y étnicos (ambos géneros son blancos, de cultura occidental, con los respectivos rasgos y comportamientos) y de clase media hacia arriba. Al pensar en el sujeto “hombre” jamás nos hacemos la imagen de un sujeto con apariencia masculina negro y pobre, sino la de un fornido y guapo ejecutivo trajeado con maleta en mano blanco. Tampoco pensamos en una sudaka vieja, gorda y sin pelo haciendo la comida en una favela para su nutrido cortejo infantil, sino en una bella mujer delgada, de pelo largo y rubio, con buenas tetas, falda (corta a poder ser), una amplia sonrisa en la cara y el conjunto de complementos al que el rol femenino está sometido (pendientes, anillos, collares, tacones, maquillaje…), además de con un buen nivel de vida visible en su apariencia. Así pues, ¿cuántas personas hay que obedezcan a tales cánones? Muy pocas, francamente, por no decir ninguna, pues cumplirlos todos es prácticamente imposible; y si se cumplen, es que hay algo de mentira en todo ello. El ser humano no puede cumplir a la perfección ficciones conceptuales que no se reflejan en la realidad. Del mismo modo, la heterosexuales es una farsa conceptual, pues en el sexo siempre se terminan realizando actos en relaciones heterosexuales fuera de la heteronormatividad (tales como felaciones, cunnilingus, penetración anal – con la polla o con el dedo; también al biohombre – posturas y localizaciones no convencionales, pasividad del biohombre o actividad de la biomujer, algún azote…) e ídem en las relaciones homosexuales fuera de la “homonormatividad”12 (sexo con trans, sadomasoquismo, orgías, actividad de la más femme o el que tiene más pluma y viceversa…). De hecho, ni el propio término “humano” se salva de esta conceptualización pervertida fruto de nuestra educación racista, clasista, especista, chovinista, etista, tecnologicista, patriarcal, heterosexista e infinitos adjetivos más, pues cuando pensamos en un “humano” pensamos siempre, y no vale mentir o negarlo, en un varón blanco de treinta y pocos (edad suficiente para alcanzar el mito del ascenso social), trajeado, con maletín, muy guapo y cachas, pelo corto, con pinta de clase media alta o alta directamente, con “mujer”, algún hijo y perro, felizmente casado. Así pues, quien no cumple estos atributos no es humano, ni un negro, ni una mujer, ni una persona fea, ni un heavy con pelo largo, ni un yonki marginado social, mucho menos una persona trans.

Concluido el cuerpo teórico importante del modelo queer, lo que viene a continuación son matizaciones que han ido sumándose a lo largo de su recorrido teórico y militante. La apertura política de lo queer ha dado lugar a una serie de luchas heterogéneas y relacionadas entre sí con su exclusión que cabían dentro de la etiqueta queer tanto por su significado anglosajón como que en éstas también hay implicadas personas relacionadas con la disidencia sexual. Podríamos citar entre otras las distintas visiones sobre el SIDA (tanto la oficialista como la disidente, por lo “oficialista” / cientificista de ciertos sectores militantes como por lo “disidente” / revolucionario de otros) y la línea política respectiva, la lucha contra la estigmatización de la prostitución, el sadomasoquismo, la pedofilia, el incesto, la zoofilia, la promiscuidad, la polisexualidad…13 y otros matices más que no enumeraré para no hacer la lista infinita. Del mismo modo, la conjugación del modelo queer con otros grupos y sectores revolucionarios tan bien articulada y consecuente, tales como con el movimiento autónomo, el squat / okupa o el anarquismo14 (y en mucha menor medida y mayor individualismo, al sector marxista) es tan interesante como los intentos de institucionalización que desde hace tiempo se llevan a cabo por parte de la socialdemocracia burócrata y estatista, intentando atemperar su lucha y reconducirla bajo cánones más institucionales y binaristas y menos autónomos y revolucionarios, así como a ámbitos comerciales (librerías queer de precios poco queer…) y a un merchandising respectivo en buena parte parecido al del punk (ironías del destino) que hizo a la propia Teresa de Laurentis a renegar del término queer a finales de los noventa por considerarlo demasiado propenso a la sistematización y reconversión en moda.

Queda, por último, establecer su puente con la lucha feminista tradicional, que es lo que nos convoca a estas jornadas. Ya ha quedado contado en su orígenes que el movimiento queer sigue la estela del feminismo en cuanto a la lucha contra el patriarcado y en pro de su principalmente, la mujer social o la biomujer. Y su anticapitalismo lo rejunta aún más con los sectores feministas más revolucionarios. Pero hasta la llegada de lo queer en el feminismo no se había planteado realmente la unión a esta lucha de las lesbianas y las transfemeninas, y el respectivo desmontaje del binomio hombre-mujer. A esta fecha y fruto de la última campaña a nivel internacional por la despatologización de las identidades trans, en la sala 1.4 del CSO Casablanca queda una pregunta colgada en un papel: “¿Qué aportan el feminismo a las luchas trans y viceversa?”, origen del debate que sobrevino a continuación. Las luchas feministas dan al transfeminismo y/o al feminismo queer una tradición metodológica y un discurso antipatriarcal centrado en la opresión que la mujer social (biológica o no) sufre en un mundo dominado por el varón (aquí se procura más que sea biológico)15. Desde el otro espectro, la lucha trans y/o queer cuestiona el patriarcado en un espectro mayor (heterosexismo – aunque esto ya lo hacía el feminismo lesbiano –, construcción social del género, formas de dominación interrelacionadas tales como el capitalismo, el Estado, el racismo, la xenofobia…), además de aportar problemáticas nuevas tales como la marginalidad social, el sistema sanitario, la prostitución, el SIDA… más allá de discursos sobre el aborto libre clásicos del feminismo, igual de importantes, pero no únicos.

Ambas luchas se complementan con cierta dificultad en la actualidad (persisten los resquemores de las trans discriminadas durante décadas en el pasado, y en especial la homofobia y transfobia del feminismo – especialmente del más tradicional y/o institucional – para con estas luchas queer, a las que consideran simples jueguecitos y desvíos políticos en pro de luchar contra la discriminación machista aún existente, en especial si ocurre fuera del mundo occidental), pero siguen siendo luchas bien diferenciadas, a cada cual con sus intereses. Ya se ha dicho en alguna ocasión que la etiqueta “feminista” pudiera ser inválida al aludir a uno de los dos géneros predefinidos y considerados como inexistentes y reforzadores del binarismo. Si bien el patriarcado, partiendo de que afecta a toda la población, se ceba mucho más con la mujer social. Por ello y por la herencia feminista, mientras tal palabra no implique un anquilosamiento teórico y práctico (hecho no descartable), puede seguir usándose, ahora tras la nueva etiqueta de transfeminismo y/o feminismo queer. Pero no debemos olvidar por ello que es sólo una etiqueta, una construcción lingüística finita e insuficiente. Cabe apostar por, como se titulan las jornadas de la Coordinadora Universitaria por la Disidencia Sexual (CUDS) de Chile, Un feminismo sin mujeres16.

Militancia:

Desde el estallido queer de 1990 con Queer Nation, se produce a nivel planetario un resurgimiento de la militancia radical no heterosexual. Grupos queer se escinden de las organizaciones tradicionales LGTB y constituyen grupos autónomos practicantes de la acción directa. Por mis limitaciones lingüísticas, sólo puedo referirme con más detalle a la militancia queer en el Estado español y en el mundo anglosajón, si bien tengo constancia de activismo queer y transfeminista en Alemania y Francia17.

En 1992 se crea en Nueva York Lesbian Avengers (Vengadoras Lesbianas), grupo propiamente lésbico escindido del feminismo y de la liberación homosexual, con un discurso radical de emancipación bollera y una bomba entre sus logos, entre cuyas acciones está la agitación en el desfile oficial del Orgullo Gay, campañas contra la homofobia en lugares localizados y pactos con otras organizaciones como Las Buenas Amigas, mujeres lesbianas negras. Tras años de lucha por la visibilización lésbica, se disuelve a finales de los años 90’. La estela de Queer Nation llega a Gran Bretaña en 1990 con la fundación de OutRage! (en inglés, una interjección que implica indignación), formado por ex-militantes de la Organisation for Lesbian and Gay Action y el Gay Liberation Front. Entre sus campañas destaca el outing (que escindió el grupo en 1991, de cuya escisión saldría Lesbian Avengers británica), la lucha contra la homofobia policial (convocando una besada en Hyde Park contra los arrestos por cruising18), judía (comparando en un panfleto al rabino jefe de Londres con Hitler, lo que valió un juicio por difamaciones), el Partido Laborista (que se negaba a bajar la edad de consentimiento de relaciones no heterosexuales de 21 años, por lo cual se invadió la reunión de su comité nacional), anglicana (practicando outing con sus representantes en el Parlamento)… y soportando algunas denuncias, detenciones e intentos de entrismo y monopolización por partidos de izquierda, permaneciendo en actividad, ya algo menor, hasta la actualidad.

Desde 1998 se viene dando en el mundo anglosajón y en Suecia actos llamados Gay Shame (“Vergüenza Gay”, frente a Gay Pride u “Orgullo Gay”), criticando la comercialización del desfile del Orgullo Gay, en los cuales se despliegan pancartas, se panfletea o cartelea o se hace algún sabotaje protestando por la asimilación de lo gay en el capitalismo. Del Gay Shame saldrían algunos colectivos o grupos de afinidad de acción directa que se radicalizarían, paralelamente en el mismo tiempo a la aparición de los nuevos fanzines queerpunk (Jane and Frankie, Shrimp, Fanorama, Outpunk o Chainsaw, ) y de los primeros grupos de queercore o queerpunk, con letras de contenido queer feminista antiautoritario tales como como God is my Co-Pilot, Pansy Division o Sister Division, Longstocking, The Little Deaths, Best Revenge, Nick Name and The Normals o Limp Wrist (ésta, además, con contenidos antiespecistas y Straight Edge19). Tras esta radicalización cultural, teórica y metodológica de la propia radicalidad queer, aparecen nuevos fanzines colectivos anarco-queer tales como Queer Fist (puño queer) en Nueva York entre 2004 y 2006, muy crítico y activamente hostil contra las organizaciones LGTB reformistas; Bash Back! (“¡Devuelve el golpe!”), grupo similar creado en Chicago activo desde 2007 y protagonista de asaltos a festivales, convenciones del Partido Demócrata y Republicano, sabotajes y boicots a campañas asimilacionistas…; o Queer Mutiny (Motín Queer), organización británica con varias secciones confederadas en el Estado (al estilo anarcosindicalista), opuesta a todo tipo de jerarquías, Estados, al capitalismo y a la heteronormatividad, combinando su activismo con talleres de autodefensa, Do It Yourself (dildos, condones…), publicación de fanzines, jornadas de índole política y tejer redes sociales con otros colectivos queer radicales, entre otras cosas. Con el squat moviment han aparecido fuertes vínculos, tales como el Marsha P. Johnson Queer Collective, centro operativo de Bash Back! en Memphis, desalojado con varias detenciones en octubre de 2009 que fueron gestionadas por la Cruz Negra Anarquista, el desalojo del Hospital Marrickville de Sidney, con otras respectivas detenciones de activistas queer, o el fanzine Queers, Families, and the Squat Community, que data de la primavera de 2011 y está escrito por una individualidad afín al movimiento queer y al squat20. También cabe destacar la ocupación en 2004 de una isla al Noreste de la costa australiana inicialmente protestando por los intentos de legalización del matrimonio homosexual, llamando a la nueva “micronación” Reino gay y lésbico de las Islas del Mar del Coral, existente hasta la actualidad y constituyendo un ejemplo práctico de una de las vertientes queer, el nacionalismo queer, que coloca la identidad sexual como una forma más de nacionalismo comunitario.

En el Estado español, en 1991 el Colectivo Gay de Madrid (COGAM) sufre la escisión de la Radical Gay, cuando éste, monopolizado por el PSOE mediante su agente infiltrado Pedro Zerolo, se sale de la Coordinadora de Frentes de Liberación Homosexual del Estado Español (COFLHEE) para formar junto a grupos reformistas del entorno del PSOE e IU la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB). Ésta lleva una línea marcadamente anticlerical y anticapitalista, paralelamente a una lucha contra el SIDA, contra el institucionalismo LGTB y contra el servicio militar obligatorio, agrupándose algunos en el Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC), a través del cual contactan, mediante la coordinadora de colectivos Lucha Autónoma, con el Centro Social Minuesa, la primera gran okupación de la ciudad. Emulando a Lesbian Avengers, en 1993 se crea también en Madrid Lesbianas Sin Duda (LSD), que publican algunos fanzines y revistas (Bollozine, Queer, NonGrata…), realizan exposiciones de arte e inician campañas sobre la prevención del SIDA en bolleras. En 1996 es desalojada la casa okupa Lavapiex 15, en el barrio madrileño de Lavapiés, donde se apuesta por tácticas políticas y metodológicas difusas, informales y al margen del asamblearismo. Un grupo de mujeres, varias lesbianas y militantes o ex-militantes de LSD hartas de algunos baboseos y agresiones machistas de biohombres de la casa, okupan por su cuenta una panadería del siglo XVII a la que nombran Eskalera Karakola. En 1997 la Radical Gai se agota y se disuelve, y LSD acaba fundiéndose en la Eskalera Karakola con el nuevo grupo lésbico de la misma, Las Goudous (“bollera” en francés), que editan el fanzine Bollus Vivendi. En 1999, ante la ineficacia y reflujo del movimiento, la COFLHEE desaparece. Antes, el nuevo movimiento queer se ha descentralizado, y comienza a aparecer un núcleo “protoqueer” en Andalucía en 1993 como Liga Gay de Córdoba, más tarde y a nivel nacional Liberación Gay de Andalucía, en un inicio como una tradicional y más radical organización LGTB, que ha absorbido nuevas líneas queer hace relativamente poco.

En diciembre de 1997 se okupa el CS El Laboratorio en el citado barrio de Lavapiés, donde comienzan los pactos con el ayuntamiento para lograr legalizar el inmueble. La crítica que el resto del movimiento okupa emprende ante tal iniciativa es tan fuerte como legítima. En mitad de la polémica, el orgullo gay alternativo y anticomercial de 1998 se organiza en tal establecimiento, con importante participación de ex-militantes de la Radical Gai y de Las Goudous. No es casualidad, pues, que en el intento de resucitar el cadáver de Lucha Autónoma en 1999 participen en la propuesta de la organización informal y puntual la Karakola y el Laboratorio. Al poco, comienzan a iniciarse grupos informales en Bilbao y Barcelona. De los primeros surge en 2002 Gaztelesgay, al margen del oficialismo y reformismo de EGHAM, radical y practicante de la acción directa, con un paulatino proceso de “queerización” y radicalización que culminaría en 2005 con la creación de Queer Ekintza. En septiembre de 2004 un grupo de activistas queer okupa a pocos kilómetros de Barcelona, en Montgat, la Casa Queer de Montgat, que recibirá un acoso policial perpetuo desde su apertura hasta su desalojo en febrero de 2005, y desde la cual se preparará el Queeruption 8, encuentro internacional queer radical, relacionado con la vertiente homocore, realizado desde 1998 en Londres, Nueva York, San Francisco, Londres de nuevo, Berlín, Ámsterdam y Sidney hasta entonces, realizándose también hasta su desaparición en 2007 en Tel-Aviv y Vancouver.

Establecidas ya las líneas militantes, es cuando se inician los estudios de la supuesta “Teoría Queer” propiamente castellanos. Su máximo exponente es Beatriz Preciado, al igual que Butler, proveniente del academicismo anglosajón, escritora del Manifiesto Contra-Sexual, de 2002, primera obra castellana calificable como “Teoría Queer”. El resto de obras vienen principalmente del ámbito de la militancia, tales como Teoría Queer (2005, coordinado por David Córdoba, pero con numerosas colaboraciones más), Ética marica (2007, por Paco Vidarte), Del texto al sexo: Judith Butler y otros escritos (2008, Pablo Pérez Navarro), El Laberinto Queer (2008, Susana López Penedo), Devenir Perra (2009, Itziar Ziga), Por el culo. Políticas anales (2011, por Javier Sáez “Hartza” y Sejo Carrascosa), Pornoterrorismo (2011, Diana J. Torres) o entre otros. También van apareciendo los primeros trabajos sobre el movimiento queer o similares, tales como El eje del mal es heterosexual (2005, editado por Traficantes de Sueños) o Deseo y resistencia (1977-2007) Treinta años de movilización lesbiana en el Estado español (2009, de Gracia Trujillo). Algunos de los cuales, junto a los de Judith Butler y otros podemos encontrar en la Librería Berkana del barrio madrileño o “ghetto gay” de Chueca a un precio no menor a 15 €, lo que deja al academicismo-militancia queer del Estado español en un prisma un tanto comercial (independientemente del contenido de éstos, que tiende a ser bastante bueno en algunos casos).

Tras los sucesos del orgullo gay de Barcelona en junio de 2005, durante el Queeruption 8, en los cuales hay un enfrentamiento en el Gaixample21 entre activistas y Mossos d’Esquadra, se crea la Assemblea Queer de Barcelona, para afrontar la represión y el juicio pendiente. En 2006 se crea en la ciudad el colectivo Guerrilla Travolaka, operativo en varios centros sociales de la zona (en especial el famoso Can Vies, en Sants) ocupándose de acciones contra la homofobia, charlas y llevando en Barcelona la campaña STP 2012, campaña por la despatologización de las identidades trans a nivel internacional desde 2007, para procurar su despatologización en el nuevo manual DMS en 2012. Disuelto en 2009, de sus cenizas saldría Trans-Block, aglutinando parte de su estela, y disuelto en los albores del Octubre Trans de 2011 en la Asamblea Transfeminista de Barcelona, hasta la actualidad. En 2005 aparece en Vizcaya, en especial en Bilbao, Queer Ekintza, organizadora de una labor parecida en charlas, acciones, y participando en la Coordinadora 28-J de Bilbao donde se realiza una manifestación del orgullo gay alejada del comercialismo de Madrid.

En Madrid, desde 2003 hay coletazos contra el comercialismo del Orgullo Gay. En 2006 se realiza directamente un llamado “Bloque Alternativo” en el desfile estatal del Orgullo Gay, y un boicot final a la carroza de Fangoria, en la cual participan grupos de revitalización LGTBQ22 izquierdistas como Liberacción, o el Grupo de Trabajo Queer de Madrid. Desde entonces, se realizan convocatorias al margen, y de dicho Bloque se funda en 2007 el colectivo Acera del Frente, de estrecha relación desde el principio con la por entonces joven okupación del barrio de Universidad, el Espacio Polivalente Autogestionado Patio Maravillas, con una línea política autónoma difusa y unas prontas negociaciones con el ayuntamiento para su legalización. Ello no es nada nuevo, pues en 2005 las negociaciones entre la Eskalera Karakola y el ayuntamiento habían dado sus frutos, y éstas habían sido reubicadas en otro edificio de la misma calle bajo el pago de un alquiler. En el contexto de ataques verbales y acciones directas contra “El Patio”, Acera del Frente realiza las mismas labores ya comentadas: charlas, fiestas, campañas, organización del Octubre Trans desde 2007 y participación en el “Orgullo Crítico”… funcionando igualmente tras el desalojo del Patio Maravillas y su reubicación en enero de 2010. Desde este año la Asociación de Estudiantes Malayerba de la Facultad de Biología de la UAM organiza unas “jornadas transmaribollo”, palabra que implica un intento de traducción de “queer” al castellano, si bien desde el ámbito disidente sexual sudaka comienzan a venir ya castellanizaciones del término queer tales como “cuir” o “kuir”, en Madrid ya imitadas. Siguiendo la estela del llamado “Movimiento 15-M” y la Acampada de la Plaza de Sol de Madrid, en mayo de 2011 se crea la Asamblea Transmaricabollo de Sol, vinculada al 15-M, que aglutina en buena parte la militancia queer y que prosigue, junto a otros grupos más, hasta la actualidad.

Hay muchas experiencias más en el Estado español, pero no las cito para no hacer de este texto un testamento. En el contexto donde nos hallamos, parece haber una cesura clara entre dos tendencias queer. Podríamos hablar de la más relacionada con el academicismo, apelativa a las instituciones del Estado y colaboradora con ellas, con discursos reformistas y coqueteos con la socialdemocracia, buscando con ello institucionalizar esta nueva estela militante y llevarla por los canales parlamentarios apropiados; y otro sector anti-institucional, con un discurso más revolucionario y rupturista, cuyo ámbito operativo es la asamblea horizontal y autogestionada y que traduce en una metodología la radicalidad original queer. Ambas corrientes malconviven en la actualidad en el Estado español, si bien en ámbito anglosajón y similares se han separado hace ya más de una década (también porque es otro contexto político y militante, cabe destacar). La chispa que encendió la llama fue la convocatoria desde la socialdemócrata institución del Museo Reina Sofía a una “Internacional Cuir” dirigida y organizada verticalmente, en un intento de monopolización de la disidencia sexual en el cual colaboraron desde Beatriz Preciado hasta individualidades de importante trayectoria activista. En respuesta, se convocó en el cercano CSO Casablanca una “Local kuir” en la cual se analizaron las “disforias institucionales en las luchas autónomas” en una línea anti-institucional y antiautoritaria.
Y en este punto nos hallamos actualmente. Creo que no hace falta que me posicione en este debate si me encuentro dando una charla en un “Centro Antiautoritario” enmarcada en unas “Jornadas Anarcofeministas”, pero por si quedaba alguna duda:

Salud y ano-arquía.